HURACANES EN PAPEL™ - Reseñas literarias

Sólo me queda esperar la aparición de un Nuevo Tifón Literario de magnitud cinco como los producidos por Mikhail Bulgakov, Thomas Pynchon o Roberto Bolaño. Ese día llegará y mi búsqueda no habrá sido en vano. Huracanes en papel™ 2007-2024

martes, 27 de enero de 2015

El expreso de Tokio, de Seicho Matsumoto

La novela policíaca tiene una atmósfera hiper-racional que me suele resultar atractiva. Esta obra está en estos momentos por las librerías españolas. Es un libro pequeño (13 x 20 cm) y amistoso, para llevarlo en la cartera y leerlo durante distancias cortas. La portada me resultó muy sugerente y sin conocer al autor lo compré. Lo he leído sin pena ni gloria, así que para los que aún estáis a tiempo de elegir otras lecturas os aconsejo que no lo leáis. Tengo mis razones. En esta ocasión culpabilizo a la editorial por simple prestidigitación.

Seicho Matsumoto fue un escritor japonés tardío que inició su carrera literaria con más de cuarenta años. Despegó rápidamente con su segundo libro convirtiéndose de la noche a la mañana en el escritor más popular del género policíaco de Japón. Le apasionaba la literatura y escribió muchas novelas. Dispone por lo tanto de un gran repertorio. Todas no pueden ser buenas. Esto mismo también le pasa a Thomas Pynchon. Aún así al leer a Matsumoto se nota que tiene una escritura pulcra, breve y directa. Da gusto seguir sus letras, pero no el desarrollo de esta historia. Resulta cansina. La editorial Libros del Asteroide ha elegido muy mal el lanzamiento de este autor puesto que el interés de la inmensa mayoría se vuelca en la publicación de Inspector Imanishi Investiga, que fue la más aclamada y no ésta novela que te marea la cabeza con tantos trenes, horarios, idas y venidas sin sentido, centrado en una relojería tediosa. Claramente, es un horror.

El expreso de Tokio utiliza al comienzo el procedimiento que sigue la misma tradición clásica del Inspector Maigret en Paris, de Georges Simenon; o el Inspector Van der Valk en Amsterdam, de Nicholas Freeling; o el Superintendente Beck en Estocolmo, de Maj Sjöwall y Per Wahloo; o el Mariscal Guarnaccia en Florencia, de Magdalen Nabb o el Inspector Jefe Dalgliesh en Inglaterrade, de P.D. James. Un hecho trágico activa la maquinaria deductiva de un sagaz inspector que rondará meticulosamente por todos los detalles del crimen hasta resolverlo. Es cierto que el inicio es muy atractivo. No lo duden. ¿Pero qué la lleva al desastre? Profundicemos un poco mas y verán como se desploma.



Kenichi Sayama y Toki aparecen muertos en la orilla de una playa, bajo la pálida luz de la mañana. Se especula que ha sido un doble suicidio inducido con cianuro potásico. Mueren sin dejar ninguna nota de suicidio. Al revisar el caso, el inspector se da cuenta que el hombre difunto había pasado seis días solo en su hotel y que en su bolsillo sólo encuentran un único billete de tren, así que como los amantes no han viajado juntos, empiezan a indagar y a revisar horarios de trenes, andenes, tiempos de espera, estaciones, alternativas de transporte, ferrys, autobuses, entradas y salidas, intervalos de trenes, donde pudo subir al tren su acompañante, si era ella o era otra, los tiempos de una ciudad a otra, los revisores, las llamadas de teléfono, los registros del hotel, y otro detalle y otro más y otro, y la cabeza se empieza a llenar de datos, trenes, horarios, entradas, salidas, gente que va y viene y al final se arma tal caos y tal incertidumbre que cuando resuelven la estratagema de los asesinos tienes ganas de que metan a la cárcel hasta al escritor.



El expreso de Tokio es un pegote de la editorial aprovechando la finalización de los derechos de autor de esta novela escrita en 1958 para sacarle máximo rendimiento a una novela pueril. Todo lo que reseña Fernando R. Lafuente en el ABC o Carlos Martinez Shaw en el Periódico de Cataluña es un efecto de prestidigitación vacua y comercial para hinchar las ventas. La novela no tiene nada de interesante y no aporta ningún elemento extra durante la historia. Los lectores sabemos que una de las excusas que te lleva a leer novelas policíacas es también la posibilidad de descubrir otras formas de vida y las costumbres en otros países. El escritor puede indagar en los estados de ánimo subjetivos, realizar un análisis interior de los personajes y sumergirse en la psicología de los protagonistas, incluso en la búsqueda de la identidad del país. Pero aquí sólo destaca que el protagonista bebe café. Es así de superflua. Manuel Vázquez Montalbán radiografiaba hasta la actitud de las ratas que cruzaban por la escena del crimen mientras hacía denuncia social y crítica política. Matsumoto en esta obra sólo aporta una frase para el recuerdo. La grabo en este blog huracanado para ser pensada o reinterpretada porque es lo único que puedo rescatar de este insustancial libro. El resto para mi es silencio. 

«Cuando uno se da cuenta de que su superior se ha fijado en él, hace lo imposible para caerle en gracia, aunque esté utilizándolo. La ambición de querer ascender es así de triste.»

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