Henrik Ibsen, fue poeta y un excelente dramaturgo noruego. Considerado el más importante dramaturgo en su país y uno de los autores que más ha influido en la dramaturgia moderna, padre del drama realista moderno y antecedente del teatro simbólico. En su época (1828 - 1906), sus obras fueron consideradas escandalosas por una sociedad dominada por los valores victorianos, obras que cuestionaban el modelo de familia y de sociedad dominantes. Sus obras no han perdido vigencia y es uno de los autores más representado en la actualidad. Un perpetuo Huracán en papel.
La obra puede compararse con un antivírico contra el machismo. El personaje de Nora, en los tres actos, representa a muchas mujeres atrapadas de por vida en una casa de muñecas, muñecas-mujer cuando están casadas, y muñecas-niñas en casa de papá. Mujeres o más bien seres humanos con los que el género masculino se encapricha infantilizándolas e inutilizándolas, sujetas a un salón de recreo y viviendo de las piruetas de su máscara cándida y pueril. Toda su vida se reduce a una representación, a un teatro, en el que se muestran amables el uno con el otro, juegan y juegan, para provocarse una alegría insulsa y caricaturizada. Resulta gracioso el juego, igual de gracioso que les resulta a sus hijos, que hacen de muñecos cuando Nora juega con ellos. Pero... ¿a qué les conduce todo esto?... Toda esta farsa, este hogar artificioso, esta casa de muñecas, quedará sellada gracias a un universal portazo que pone punto y final a una pantomima alienante.
Ibsen abogó por la causa feminista en favor de la autorrealización de la mujer y del ser humano. Consciente de lo masculinizada que estaba la sociedad, sus leyes , la religión, o incluso un simple panfleto publicitario, plasmó su sincero deseo por arrancar a las mujeres de ese espacio asfixiante. Valores como la educación, conocerse a si mismo, el regreso a las raíces personales, rebatir y encararse contra los nudos de la sociedad en favor de los valores individuales, el derecho a la libertad plena entre hombres y mujeres sin ataduras moralistas de dominio, la irrelevancia del honor en aras del ser amado, o la firmeza en su propósito por derrumbar con su voluntad toda una vida de insatisfacción, la mantienen en el más alto pedestal del modernismo literario. Nora es quien ayuda a todos, es la heroína y su portazo resuena en mi alma como un estallido de gloria y libertad. Imprescindible su lectura aún en nuestro siglo XXI, por favor.
"Me entran ganas de romperme en mil pedazos"