HURACANES EN PAPEL™ - Reseñas literarias

Sólo me queda esperar la aparición de un Nuevo Tifón Literario de magnitud cinco como los producidos por Mikhail Bulgakov, Thomas Pynchon o Roberto Bolaño. Ese día llegará y mi búsqueda no habrá sido en vano. Huracanes en papel™ 2007-2024

domingo, 27 de diciembre de 2009

La náusea, de Jean Paul Sartre


Su primera novela. Entró en el templo de la escritura y causó un verdadero estallido para la literatura. Sartre la terminó de escribir cuando contaba con 33 años, en 1936, y en ella arrojó todo su demiurgo filosófico y literario convirtiéndose en uno de los más importantes exponentes del existencialismo y el marxismo humanista. Su propuesta aún sigue vigente en nuestra literatura, si bien lo único que ha cambiado es la fragmentación de lo fenomenológico.

Estoy solo en esta calle blanca bordeada de jardines. Solo y libre. Pero esta libertad se parece un poco a la muerte.

La náusea de Sartre es deudora de la filosofía fenomenológica del Ser y tiempo de Heiddeger cargada de nihilismo, postmodernidad y post-capitalismo. Sartre siente una náusea que le posee, que le debilita, capturándole hacia el tedio, la melancolía y el desdén. Le fuerza a un estado meditabundo sobre la existencia evocada en los conceptos originales de Sören Kierkegaard. Padre-motor del existencialismo.

Mi pasado ha muerto.

El argumento va absorviéndote a cada renglón. Roquentin, el protagonista, inicia su diario un lunes, un lunes 29 de enero de 1932, y en él estampa sus impresiones cotidianas con una lenta morosidad que mucho tiene que ver con ese mundo absurdo y solitario en el que está inserto.

Doy unos pasos y me detengo. Saboreo el olvido total en que he caído. Estoy entre dos ciudades: una me ignora, la otra ya no me conoce. ¿Quién se acuerda de mí? Quizá una mujer joven y pesada en Londres... ¿Y acaso piensa en mí? Además está ese tipo, ese egipcio. Tal vez acaba de entrar en su cuarto, tal vez la ha tomado en sus brazos. No soy celoso; bien sé que ella sobrevive. Aunque me quisiera con toda el alma, sería un amor de muerta. Yo he tenido su último amor vivo. Pero con todo, él puede darle esto: placer.

La literatura de Sartre está totalmente engarzada con el estilo literario de Kafka y Queneau. Su protagonista vive en un mundo sin sentido, absurdo y sin fundamento. De repente pierde su vocación de historiador. Deja de interesarle el marqués de Rollebon. Sartre ve en la burguesía un velo de inteligibilidad para presenciar la existencia. Lo único que le calma es la carencia de explicaciones. Desea existir por existir. La escritura se convierte en su acto más coherente en sintonía con su ser. Aspira a crear una ficción, algo precioso y semilegendario: un libro.

Sartre quiso titular La náusea como un cuadro de Alberto Durero llamado Melancolía I. Gallimard le convenció con este otro. En este cuadro podemos ver en el centro a un ángel pensativo que se aferra al libro con su mano izquierda mientras con la derecha parece estar escribiendo lo que surge de su mundo interior. Concentrado en un problema que no puede resolver pero que tampoco puede desechar.


En la época de Durero se decía que los melancólicos eran malvados, avaros, mentirosos, olvidadizos, apáticos y con tendencia al estudio en soledad. El retrato del intelectual. La náusea es una declaración autobiográfica y escrita de forma narrativa, por consejo de Simone de Beauvoir, del propio deseo-necesidad de Jean-Paul Sartre de convertirse en escritor e intelectual aceptando todas sus consecuencias, incluso las desagradables. Esta obra, considerada como una de las cien joyas de la literatura, forzó a su autor a un tránsito irrevocable hacia una nueva vida dedicada al acto de la escritura, con la voluntad férrea que muestra el ángel en el centro del cuadro de Durero.

¿Soy yo quien ha cambiado? Si no soy yo, entonces es este cuarto, esta ciudad, esta naturaleza; hay que elegir. Creo que soy yo quien ha cambiado; es la solución más simple. También la más desagradable.

Sobre el final no quiero revelarles nada. Es impactante. Tan sólo decirles que se quedarán muy sorprendidos con lo que hace el personaje Autodidacto en la biblioteca. Les recomiendo que mientras finalizan de leer el Diario de Bouville, a partir del miércoles, escuchen todas las versiones que puedan del Some of these days, que nombra Ronquentin, el Raskolnikof de Sartre. Y eso es todo, amantes de la literatura de altura. Les confieso que nada más terminar de leerlo sentí ganas de escribir. Sentí unas irrefrenables ganas de inundar con pensamientos las aterradoras hojas en blanco que existen en mi imaginario existencialista. Algo me lo impide, no sé que es. Desconozco el motivo. De momento seguiré leyendo. Me apacigua y me libera,
volar sobre letras que me roban la mirada. Ustedes me entienden.

2 comentarios :

Alejandra Landa dijo...

Acabo de terminar de leer la Nausea, es un libro excelente... te lleva a mirar la existencia misma. También hizo que nacieran esas ganas de escribir. Encuentro tu entrada, porque busco la versión de "Some of these days" que escuchaba aquél día... ¿Cuál crees que sea?

Tránsito Blum dijo...

Siento que puede ser la que interpretó Ella Fitzgerald. Y si me equivoco, te obligo a descubrirla ; )

http://www.youtube.com/watch?v=6uaQui2pEgc

Besos letrados ... y ¡Blum!