El paseo de Robert Walser me produce paz y me inquieta. Acompañarle en su recorrido matinal es como darse un tiempo para la serenidad, observando los detalles realistas de su entorno y siendo testigos del itinerario de su lúcido pensamiento. Es un precioso regalo para quien practique la escritura.
“Pasear -respondí yo- me es imprescindible, para animarme y mantener el contacto con el mundo vivo, sin cuyas sensaciones no podría escribir media letra más ni producir el más leve poema en verso o prosa.”
“Pasear -respondí yo- me es imprescindible, para animarme y mantener el contacto con el mundo vivo, sin cuyas sensaciones no podría escribir media letra más ni producir el más leve poema en verso o prosa.”
Pero digo que me inquieta, porque en esta obra refleja dos de sus mayores angustias como escritor, su estrechez económica y su sentimiento de culpa por comparar su actividad con la que tienen otros ciudadanos que trabajan dentro de las fábricas o en los campos. Walser siente todo el rechazo social de su época e intenta justificar la labor artística e intelectual del escritor, entregado a una estimulación deleitosa y febril.
“¿Sabe usted que mi cabeza trabaja dura y tercamente, y a menudo estoy activo en el mejor de los sentidos, cuando parezco un archigandul y persona frívola sin responsabilidad, sin pensamiento ni trabajo, perdido en el azul o en el verde, lento, soñador y perezoso, que ofrece la peor de las impresiones?”
Pasear es una necesidad en su vida. Un medicamento. Una salvación.
“Sin pasear estaría muerto, y mi profesión, a la que amo apasionadamente, estaría aniquilada.”
No existiría su trabajo (escritura) sin el contacto con ese mundo exterior. Para abrirle la puerta a sus introspecciones debe arrojarse siempre a las calles, salir a su paseo, y buscar la llave de su arte.
“En un bello y dilatado paseo se me ocurren mil ideas aprovechables y útiles. Encerrado en casa me arruinaría y secaría miserablemente.”
“Naturaleza y costumbres se abren atractivas y encantadoras a los sentidos y ojos del paseante atento, que desde luego tiene que pasear no con los ojos bajos, sino abiertos y despejados, si ha de brotar en él el hermoso sentido y el sereno y noble pensamiento del paseo.”
“Secreta y misteriosamente, siguen al paseante toda clases de hermosos y sutiles pensamientos de paseo, de tal modo que en medio de su celoso y atento caminar tiene que parar, detenerse y escuchar, que está cada vez más arrebatado y confundido por extrañas impresiones y por la hechicera fuerza del espíritu, y tiene la sensación de ir a hundirse de pronto en la tierra o de que ante sus ojos deslumbrados y confusos de pensador y poeta se abre un abismo.”
“Naturaleza y costumbres se abren atractivas y encantadoras a los sentidos y ojos del paseante atento, que desde luego tiene que pasear no con los ojos bajos, sino abiertos y despejados, si ha de brotar en él el hermoso sentido y el sereno y noble pensamiento del paseo.”
“Secreta y misteriosamente, siguen al paseante toda clases de hermosos y sutiles pensamientos de paseo, de tal modo que en medio de su celoso y atento caminar tiene que parar, detenerse y escuchar, que está cada vez más arrebatado y confundido por extrañas impresiones y por la hechicera fuerza del espíritu, y tiene la sensación de ir a hundirse de pronto en la tierra o de que ante sus ojos deslumbrados y confusos de pensador y poeta se abre un abismo.”
Leer a Walser es como recogerse a sí mismo, es como atraer todas las sensaciones que salieron de la piel y unificarlas, dirigirlas hacia el centro del alma para darles el protagonismo que merecen. Y este efecto no sólo es catártico, sino que genera un tránsito en nuestras percepciones y revaloriza nuestro mundo interior. Lo asciende al Olimpo de los tesoros invisibles.
“A veces ando errante en la niebla y en mil vacilaciones y confusiones, y a menudo me siento miserablemente abandonado. Pero pienso que es bello luchar. Un hombre no se siente orgulloso de las alegrías y del placer. En el fondo lo único que da orgullo y alegría al espíritu son los esfuerzos superados con bravura y los sufrimientos soportados con paciencia. Pero no gusta derrochar palabras a este respecto. ¿Qué hombre honrado ha mantenido por completo intactos a lo largo de los años sus esperanzas, planes, sueños? ¿Dónde está el alma cuyos anhelos, osados deseos, dulces y elevadas concepciones de la felicidad se cumplieron, sin tener que hacer descuentos en ellas? ”
Robert Walser es el poeta más secreto de mirada presumida y un labrador que horada el mundo con letras. Con esta obra cualquier paseo que demos por la ciudad puede convertirse en un gozo. Yo así lo experimenté. Empecé a leer este relato en la biblioteca. Walser se me apareció vestido con luces. Señorial. En cuanto empezó a describir las bondades de la calle sentí la imperiosa necesidad de salir fuera. Me marché de la biblioteca. Era ridículo estar allí con ese libro que podía disfrutar sentado en un banco cerca de un parque. Pero no fui capaz de mantener el libro cerrado. Me encaminé hacia la rivera del Ebro y bajé durante veinte minutos leyendo y paseando al mismo tiempo, paseando con mi mirada puesta en El paseo de Robert Walser. No es la primera vez que leo mientras camino. Es un ejercicio que he disfrutado desde hace muchos años, pero en esta metaocasión ha supuesto el cenit de las experiencias como lector apasionado. Debían de ser las siete y media cuando regresé a casa, justo cuando el entrelubricán dejó de salpicar sus últimos rayos rojizos. Justo cuando mi mano se desprendió de la última hoja.
“A veces ando errante en la niebla y en mil vacilaciones y confusiones, y a menudo me siento miserablemente abandonado. Pero pienso que es bello luchar. Un hombre no se siente orgulloso de las alegrías y del placer. En el fondo lo único que da orgullo y alegría al espíritu son los esfuerzos superados con bravura y los sufrimientos soportados con paciencia. Pero no gusta derrochar palabras a este respecto. ¿Qué hombre honrado ha mantenido por completo intactos a lo largo de los años sus esperanzas, planes, sueños? ¿Dónde está el alma cuyos anhelos, osados deseos, dulces y elevadas concepciones de la felicidad se cumplieron, sin tener que hacer descuentos en ellas? ”
Robert Walser es el poeta más secreto de mirada presumida y un labrador que horada el mundo con letras. Con esta obra cualquier paseo que demos por la ciudad puede convertirse en un gozo. Yo así lo experimenté. Empecé a leer este relato en la biblioteca. Walser se me apareció vestido con luces. Señorial. En cuanto empezó a describir las bondades de la calle sentí la imperiosa necesidad de salir fuera. Me marché de la biblioteca. Era ridículo estar allí con ese libro que podía disfrutar sentado en un banco cerca de un parque. Pero no fui capaz de mantener el libro cerrado. Me encaminé hacia la rivera del Ebro y bajé durante veinte minutos leyendo y paseando al mismo tiempo, paseando con mi mirada puesta en El paseo de Robert Walser. No es la primera vez que leo mientras camino. Es un ejercicio que he disfrutado desde hace muchos años, pero en esta metaocasión ha supuesto el cenit de las experiencias como lector apasionado. Debían de ser las siete y media cuando regresé a casa, justo cuando el entrelubricán dejó de salpicar sus últimos rayos rojizos. Justo cuando mi mano se desprendió de la última hoja.